De EL FULGOR MISTERIOSO (2003)


CAMINAN LAS MUJERES DE COLOMBIA

Caminan las mujeres de Colombia,
sus pasos se hacen huella por el día y también en la noche,
marcan sus pies el surco de la vida.
Caminan en Colombia las mujeres
horadando la patria
construyendo el sabor de la mañana,
caminan con su esperanza al hombro
y su mirar semilla de futuro.
Caminan en la noche
comulgando con el manto protector de la luna que empieza
de la luna que cubre con su sombra
el ciclo del nacer y del morir.
Caminan en la tarde,
con el sol a la espalda
recogiendo el cansancio,
el sudor de la brega
caminan la mañana
sembrando interrogantes.
Caminan las mujeres este país incógnito
que busca algún sendero
para posar su risa y cantar su esperanza.
Caminan en las tiendas y en la calle
multiplicando el pan,
caminan en la tarde en la parcela
resembrando la tierra con su fruto de entraña,
caminan en la guerra y en la paz,
en medio del tronar de los fusiles
y la angustia de la muerte,
caminan escondiendo a sus hijos
del monstruo que devora la sangre del país.
Caminan en la tarde
y en la madrugada
con su destino de desplazamiento
cargando en sus entrañas
la angustia y el dolor
de una guerra de siglos
la ruta interminable de las balas
y llevando en sus ojos
la luz de una esperanza
para bañar su cuerpo.
Caminan en la noche
buscando el cuerpo amado
recogiendo el sudor de los trabajos,
para engendrar la vida
por caminos del puro licor de las esencias,
por caminos sin mancha, sin traición,
por caminos de nácar
por caminos que limpios nos den el otro lado.
Caminan las mujeres de Colombia
y sus plantas
dibujan el perfil y el anuncio de un nuevo amanecer.
Caminan en la Costa y en el Llano,
caminan en el sur...
Sus pasos se preguntan por un norte distinto,
caminan hacia el centro
caminan la ciudad y la vereda,
se adentran en el monte-selva adentro
y también en la cumbre y en el llano.
Construyen geografías en sus caminos,
construyen esperanzas
y organizan la siembra secular
que iniciará sus pasos en el nuevo milenio
que se inicia.
Caminan las mujeres de Colombia
y América Latina
y llevan en su andar mujeres nuevas
savias de un universo renovado
de una historia distinta
de cuerpos enlazados,
un abrazo de eros
un abrazo de ágape.
Caminan las mujeres y a su paso
siembran energía nueva,
energía divina
que habite en una historia de manos hermanadas,
en un mundo de miradas profundas,
de miradas sororas.
En su paso
late el aliento nuevo
de la hierba que crece.

PEQUEÑA HIJA MÍA
      a mis amigas les adeudo la ternura...
a mi mamá le adeudo los sentires de la infancia...

En esta mañana, domingo soleado,
he decidido conversar contigo
pequeña hija mía,
hija que habrías crecido en mis entrañas
entretejida con mi sangre, mis venas, mis sentires
entretejida con mi cuerpo, mis manos y mis ojos,
pequeña hija
que no llegaste a ser porque la vida me llevó a otros rumbos,
pero que habitas hoy mi sueño de mi mañana de domingo:
los girasoles, las violetas
y el sol caleño en las ventanas.
Pequeña hija,
hermana en mis mañanas y mis noches,
sueños que se llevaron los albores de cada atardecer.
Hablar contigo esta mañana
hace sentir en mis entrañas
el corazón de un mundo que pregunta y que grita
en medio del dolor y la alegría,
hace crecer en mis entrañas
la lágrima y la risa
que habitaría tus corredores de niña con mirada/pregunta.
Pequeña hija
que no llegaste a ser porque la vida me llevó a otros rumbos
pero que habitas
entre geranios, begonias y laureles
al pie de esa montaña de mi infancia...
Tu frente despejada
mira hacia el horizonte
señalando la ruta de un mañana mejor para el albergue.
Tus manitas de niña
apuntan a lo alto del cerro,
montaña de mis lejanos días
montaña en la que crece la esperanza
paraje que guarda la memoria,
la memoria sagrada de un hacerse en los días cotidianos.
Montaña en cuya falda
nacen los heliotropos y los sauces
y lloran los guaduales
y se acunan las lunas,
montaña en la que habita la memoria,
montaña que albergó las ancestras
las abuelas crecieron en su falda,
montaña que floreció en los sueños
y en los ojos profundos de la madre,
paisaje que arrebató la guerra.
Tus ojos transparentes
de niña que despierta un nuevo ciclo
me invitan a la fiesta de la vida
me llevan al camino del amor,
me muestran los senderos de Dios
entre los hombres y mujeres.
Pequeña hija mía
pudiste entretejerte en lo profundo
de la tierra y el mar,
en lo profundo del azul y del agua,
pudiste iluminar el universo
con tus luces de niña...
pero la vida me llevó a otros rumbos
y en medio de mi cuerpo
se me instauró una herida
que acompañó mis noches y mis días
y Jesús, su palabra evangelio
copó mi cuerpo con su sombra
dejándolo cerrado a tus entrañas
pequeña, recién nacida niña de mis sueños
   niña de mis palabras, de mi música.
En esta mañana, domingo soleado,
en el atardecer de las alondras,
el frescor de las cinco,
la brisa de los cerros...
te invito a mi ventana
para que atravesemos
los girasoles, las violetas,
el color amarillo
la luna y las estrellas
la rosa que sonríe
la espina que nos duele...
y miremos la historia que se aleja
al ritmo del calor y de las danzas,
te invito a recorrer los caminos hermanos,
las luces y las sombras
y que pueblen
tu cuerpo, tus sueños, tus sentires, tus manos:
la palabra hecha carne
en cada amanecer,
en cada ruta,
en cada esquina del camino abierto,
para que tu mochila se llene de esperanzas
y tu dormir se llene de promesas
para que Dios habite entre tus manos
y amamante tus rutas.
Pequeña mía,
vámonos de la mano
y corramos el mundo
para reconocer otras pisadas
y llevar nuestras almas
al canto de los dioses y las diosas
al cuerpo renacido
a la mañana nueva
a calles amarillas que te esperan en el mundo donde todo es posible,
en el mundo donde puedes nacer
en el mundo en el que habitas
y juegas tus muñecas
y tus libros
y construyes palabras
y combinas colores
en el mundo albergante de los amaneceres por hacer.
Vámonos de la mano
y corramos el universo entero
que pasa en este día en la ventana y nos dice su amor
        y nos llama a su lado.
Vamos a recorrer
la historia en nuestras venas,
la historia en las entrañas,
vamos a zambullirnos al océano,
vamos a cantar el amor que habita nuestros cuerpos,
vamos a arrullar el dolor,
vamos a danzar la alegría milenaria
que la luna nos trae a las mujeres.
Ante mis ojos pasan
Ante tus ojos pasan
los siglos que guardaron las piedras y metales,
los siglos que sostienen la tierra que pisamos,
los siglos que nos llaman desde el agua y el río,
desde el valle,
los siglos que iluminan los astros y la estrella que guía tu camino
   que acompaña mis noches...
pequeña, tierna mía,
llévame de tu mano a otras esferas,
no dejes que los vientos de los años arrasen mi memoria
y carcoman mi cuerpo,
llévame hasta tu orilla
y entrégame al amor y al universo.
Cuando fuiste tejida en mis entrañas,
ha tiempo ya
este valle querido y conocido
había sido horadado por la angustia,
violado por la muerte,
maltratado en el pisar de un hombre que fue ciego
y se enrumbó hacia el lado que no era
y agotó en sus pisadas la fuente de la vida, del agua y la montaña.
Pequeña, tierna mía
miremos a la historia
miremos a la sangre
que teje los pesares
miremos a la muerte
que invade el corredor de los geranios,
miremos a la angustia
de mujeres que como esa o aquella
no lograron
la llave para comunicar sus emociones.
Miremos a los niños
que juegan en la tierra
y no alcanzan la estrella que los lleve.
Miremos
las pasiones
que orientaron la historia
y no pudieron
tejer de albergues
el crepúsculo amado.
Miremos hacia el frente
de un horizonte abierto
que recoge el dolor de las entrañas.
Vámonos de la mano
pequeñísima mía
y alumbremos
a hombres y mujeres
que buscan en su cuerpo
sellar el nacimiento de un cometa viajero
que transporte el amor y la sonrisa.
Pequeñísima mía
asomemos los ojos
a la luz
que ilumina las tardes
y mañanas
soleadas de ternura y de gozo,
de aquellas que conducen en su mano
el universo
en el que Dios / amor
Dios / entraña de vida
genera otro horizonte
genera otro sentir
genera una mirada de albergue y cercanía
para hombres y mujeres – caminantes inquietos,
que poblaron los siglos
y poblaron mis noches
mi angustia
mi desvelo
mis eternas preguntas.
Hija de mis entrañas y mis lunas
te habrías entretejido en mi fuente de vida,
pero el camino me llevó a otros rumbos...
vela mi sueño, hermana
y llévame a tu lado
para que no tropiece
mi pie
en alguna dureza del trayecto,
vela mi sueño
dulce hermana mía
y llévame a tu lado,
para que mi alma no lastime
en alguna dureza del trayecto.
Vamos juntas a Dios
que nos recoge
que nos sueña y nos ama.
Sellemos en abrazo sempiterno
nuestro pacto sororo
que redima
a todas las mujeres de la historia
a todas las simientes de la tierra

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