RELECTURAS 

Siempre se publicitó que García Márquez había encontrado el tono de muchos de sus cuentos leyendo a Faulkner, era más prestigioso. Sin embargo cuando uno ha leído mucho y muchas veces las historias de Macondo y sus alrededores, ha respirado su polvo y transpirado su calor… y lee o relee La balada del café triste, de Carson McCullers, puede constatar que en este maravilloso relato se descubren los rieles por los que se puede caminar a través de esos pueblos costeños del escritor colombiano. Recorriendo las calles de este pueblo solitario y triste como perdido y olvidado del resto del mundo, se tiene la sensación de ver caminando por ellas al coronel que nunca recibió una carta anunciándole su pensión.

Carson McCullers perteneciente a esa generación que se llamó perdida… hace parte de los grandes narradores y narradoras de la cultura sureña norteamericana que intentaron sanar sus heridas de la guerra y la nostalgia de pérdidas irreparables a través de su literatura. Su obra camina a la par que la de William Faulkner, Hemingway, Flannery O`Connor. La anteceden en la escritura Ellen Glasgow y Willa Cather, la suceden plumas como la de Eudora Welty.

Un universo literario poblado de seres solitarios y heridos que no logran salir de su aislamiento a los que sigue como sombra maldita una herencia de derrotas sin par. En medio de este panorama este pequeño relato de la balada del café, brilla con luz propia, haciéndonos vivir en el interior de sus protagonistas, de manera  especial de Miss Amelia, quien después de asomarse a la compañía amorosa y cómplice termina en una soledad brutal que la hace tapiar su casa para ya no salir nunca de ella. Porque en últimas esta nouvelle, es una historia sobre el amor, la traición y la soledad.

No en vano podemos encontrar en sus páginas una de las reflexiones más bellas sobre el amor, de las muchas que nos regala la literatura:
Ante todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda: este amante puede ser hombre, mujer, niño; en efecto, cualquier criatura humana sobre esta tierra. Pues bien, el amado también puede pertenecer a cualquier categoría. La persona más estrafalaria puede ser un estímulo para el amor. Un hombre puede ser un bisabuelo chocho y seguir amando a una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw dos décadas atrás. Un predicador puede amar a una mujer de la vida. El amado puede ser traicionero, astuto o tener malas costumbres. Sí, y el amante puede verlo tan claramente como los demás, pero sin que ello afecte en absoluto la evolución de su amor. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor turbulento, extravagante y hermoso como los lirios venenosos de la ciénaga. Un buen hombre puede ser el estímulo para un amor violento y degradado, y un loco tartamudo puede despertar en el alma de alguien un cariño tierno y sencillo. Por lo tanto, el valor y la calidad del amor están determinados únicamente por el propio amante. Por este motivo, la mayoría de nosotros preferimos amar que ser amados. Casi todo el mundo quiere ser el amante. Y la verdad a secas es que de un modo profundamente secreto, la condición de ser amado es, para muchos, intolerable. El amado teme y odia al amante, y con toda la razón. Pues el amante está tratando continuamente de desnudar al amado. El amante implora cualquier posible relación con el amado, incluso si esta experiencia sólo puede causarle dolor…

… La verdadera historia de amor es la que tiene lugar en el corazón de los amantes, y ésta nadie sino ellos pueden llegar a conocerla. El amor en todo caso es una experiencia en la que siempre conviven lo cómico y lo sublime.



Cali, Junio de 2012







Diplomado Lectura Urbana de la Biblia




postal_1_t-urbana