INVITACIÓN A LA LECTURA





Dora Bruder, una sombra fugaz, una muchacha desdichada, una víctima más del holocausto nazi. Esta es la protagonista de una excelente novela de Patrick Modiano, el escritor francés recientemente galardonado con el nobel de letras. La narración nos conduce por tantos hilos y tramas que parece un abanico abierto al infinito. Y en esa conducción nos regala un placer de lectura que va en aumento en la medida en que pasamos páginas y vamos develando y formulando interrogantes.

La reconstrucción de los hechos que llevaron a Dora Bruder desde su fuga en el internamiento de monjas, hasta el campo de exterminio de Auschwitz, sirve de pretexto para la mirada sobre una época y un horror… y es también el camino para visitar las memorias de la niñez, juventud y primera adultez del narrador mismo. Vamos de su mano por el París de Victor Hugo y de Jean Genet: No paseamos por cualquier París, lo hacemos por las calles de huída y de escondite de Los Miserables,  por la prisión y callejuelas de la juventud de Genet en El milagro de la rosa. Igualmente la voz narrativa nos lleva por los secretos pasadizos de la escritura, de cómo va formándose la historia en la medida en que esta se acerca a los silencios que rodean esa sombra protagonista  que seguimos, a la manera de un informe policial.
 
De la mano de esta voz los lectores intentamos reconstruir la figura fugaz de Dora Bruder, su destino es el mismo que el de muchos desdichados que serán desaparecidos y masacrados en la atroz locura hitleriana. Esa joven rebelde de la que objetivamente hay pocos datos, pero cuyo itinerario se llena con una paciente labor imaginativa en la que el narrador nos dice: no sé, pero imagino… creo que sus días pudieron pasar así. El narrador a lo largo del relato regala más interrogantes que aseveraciones. 

La novela nos introduce en ese quehacer minucioso que da lugar a mundos maravillosos y reales al mismo tiempo:

Como muchos antes que yo creo en las coincidencias y a veces también en el don de clarividencia de los novelistas, la palabra don no es exacta porque sugiere una especie de superioridad; no eso forma parte del oficio: el esfuerzo de imaginación imprescindible en la profesión, la necesidad de fijar la atención en los pequeños detalles –y eso de manera obsesiva- para n o perder el hilo y dejarse llevar por la pereza, toda esa tensión, esa gimnasia cerebral pueden sin duda provocar a la larga fugaces intuiciones concernientes a sucesos pasados y futuros, como dice el diccionario Larousse en la entrada “Clarividencia”[1].

La voz narrativa al  mismo tiempo nos va dando detalles del encuentro de Dora y nos hace un guiño en el que nos anuncia que todo puede ser un trazo de su imaginación novelesca. Por eso, va y viene de sí mismo a la pista que sigue y de Dora Bruder individualidad descubierta, a otras identidades similares y posibles.

Dora  se va dejando ver y con ella, los miles de judíos y franceses-francesas que sufrieron persecución, prisión, desdicha, humillación… en los campos de exterminio. Por ello el narrador insiste en que la ruta que seguimos como ruta posible de la sombra que busca, es la misma ruta de Jean Valjean en sus huídas de la policía y de la injusticia. Y como lectores vamos adentrándonos en esa ciudad del desconcierto y la desolación.

París se convierte en una geografía espiritual que alberga a quienes viven en una u otra calle de ella, calles conocidas, amadas-temidas, perdidas-buscadas; pero alberga también a quienes viven en una misma longitud de onda espiritual:

 Hoy se sabe que, ya desde su más temprano paseo solitario por la ciudad, Modiano quedó impresionado para siempre por París. Toda su obra en realidad es la obra de un desesperado que no puede vivir sin París. Un hombre preso de un amor brutal, completamente loco, por la ciudad, por los barrios que de joven vio que rodeaban enigmáticamente a la aldea de 600 personas. Hoy la aldea es su singular obra literaria y circulan por ella 600 personajes. "No se trata de nostalgia, créanme, es un París intemporal. Para mí París ha sido siempre algo interior", dijo hace poco paseando cerca de la plaza Blanche, donde antaño sucedían las cosas[2].

Ese París al que siempre regresa el escritor, interrogándolo, buscándolo, reconstruyendo en él su paso por la vida.

Esa obsesión cultural – existencial que carcome a Modiano y lo atrapa en un ir y venir constante entre sus ficciones, a las que regresa insistintemente para vislumbrar la relación entre presente y pasado, recuperando una memoria huidiza:

Tengo la impresión de ser el único en establecer el vínculo entre el París de aquel tiempo y el de hoy, el único que se acuerda de todas esas minucias[3].

Dora Bruder, que nos conmueve y nos invita a seguirla por su camino incierto de perseguida e inocente, de encarcelada ingenua que no espera ese desenlace para sus días. Internamiento y castigo que rodea a algunas personas y a algunas calles de la ciudad borrada y escondida.  Esa muchacha, algo más que un pretexto narrativo, que encarna la suerte de francesas y franceses a quienes esa nación entrega y de quienes se desentiende a pesar de que son sus hijos/as como cualquieras otros. La búsqueda o invención de esta chiquilla –de la que sabemos que acaba en Auschwitz, nos mantiene en vilo a lo largo de todo el relato. La novela es también un alegato contra la falta de compromiso de la nación francesa en estas circuntancias.

Y de nuevo el París que la ¿alberga?, la esconde y finalmente se la engulle; al mismo tiempo que se traga a sí  mismo:

Más tarde, en el París en el que he intentado encontrar su pista se ha quedado tan desierto y silencioso como aquel día. Transito a través de calles vacías. Para mí lo están, incluso al terminar la tarde, a la hora de los embotellamientos, cuando la gente se apresura para llegar a las bocas del metro. No puedo dejar de pensar en la joven y sentir un eco de su presencia en ciertos barrios. [de, Dora Bruder, citada.]

Uno de los aspectos fascinantes de esta obra es cómo nos conduce paso a paso por el proceso de escritura; cómo se van armando poco a poco los trazos de ese mundo posible, real, imaginario, realista, misterioso. Un mundo existencial que se teje a través de las palabras y de los sentimientos que nos transmite el narrador. Un mundo que desde una ubicación concreta en el tiempo y en el espacio, se despliega hacia otros espacios y otros tiempos, evocando siempre el motivo de la escritura y evocando también intertextualidades que pueden arrojar luz sobre los hechos.

El narrador es preso algunas veces de una autentica angustia porque el cuadro que quiere entregar a sus lectores no acaba de encontrar los trazos firmes: Nunca sabré cómo pasaba los días, dónde se escondía, en compañía de quién estuvo durante los primeros meses de su primera fuga… Con infinita paciencia, para llenar estos vacíos, la novela nos presenta algunos datos objetivos recogidos aquí y allá que ayudan al escritor y a los lectores a moverse con algo más de certeza en estos pasadizos resbalosos que en ocasiones se vuelven un pantano de incertidumbre, no sólo por el destino de su protagonista sino por la posibilidad misma de topar algún dato que sea de verdad, cierto.

Pero al final de la lectura no importa la existencia real de Dora Bruder, su figura llega a sernos querida y conocida y los interrogantes que habitan la novela sobre su destino, se instalan igualmente en nosotros.


Carmiña Navia Velasco
Cali, Noviembre 2014



BIBLIOGRAFÍA:

Patrick Modiano:
Dora Bruder
Editorial Seix Barral, Barcelona 2009

Enrique Vila Matas: La luz incierta de los orígenes
El País – Cultura, 16 de Enero de 2012
Consultado el 1 de Noviembre de 2014



[1] Modiano 2009, pág. 51
[2] Vilas Mata, 2012 - en la web
[3] Midiano 2009, pág. 49